Quizás el título pueda resultar algo sensacionalista y bastante timador, pero lo cierto es que a diferencia de las ya conocidas dieta milagro que prometen eliminar grandes cantidades de peso en poco tiempo, esta dieta basada en múltiples estudios realizados por importantes figuras del mundo de la salud y que Karen Thomson ha incluido en su popular libro Sugar Free que se puede adquirir desde su sitio The Free Sugar Revolution.
Antes de empezar a ver en qué consiste esta dieta, vamos a aclarar por qué es tan efectiva y saludable, así como la manera en la que se diferencia de las tradicionales dietas milagro que tanto daño han causado a la salud y que lamentablemente, también son las culpables de que la obesidad siga siendo un problema bastante difícil de tratar debido al escepticismo que han impuesto sobre la gente en su capacidad para eliminar esos kilos de más.
Para hacer esto, primero hay que hacer énfasis en la definición de dos conceptos muy importantes que son muy utilizados a menudo y que a pesar de diferir mucho entre sí, aún son tomados como si fuesen el mismo. Bajar de peso (el primer concepto) y quemar grasas (segundo concepto), están relacionados pero bajo ningún motivo deben considerarse como un objetivo común cuando se trata de mejorar la salud.
Seguramente en más de una ocasión has escuchado en los infomerciales de la madrugada frases del tipo “pierde 8 kilos en un mes”… ¿pero ocho kilos de qué?, ¿de músculo?, ¿de grasas?, ¿por la eliminación de líquidos? Esto es a lo que se refiere la pérdida de peso y es precisamente el truco que utilizan las dietas milagro para captar a incautos que buscan desesperadamente una solución a su problema de obesidad.
Por lo general, este tipo de regímenes suelen ser “eficaces” porque en ellos la quema de grasas no es una prioridad, sino más bien el adelgazamiento a través de la degradación de la masa muscular, así como la eliminación de los líquidos retenidos de manera que los números mostrados en la báscula sean menores al finalizar el plan, haciendo creer a la gente que han perdido varios kilos del tejido adiposo acumulado, cuando la realidad es otra y resulta ser espeluznante. Y es que el catabolismo muscular, es decir, la pérdida de la densidad de los músculos puede acarrear severos problemas como un metabolismo más lento, así como una mayor fragilidad del cuerpo y un sistema inmune más débil.
Pero eso no es todo, pues al tener una cantidad bastante limitada de calorías en estos planes, el cuerpo deja de recibir nutrientes y grasas que irónicamente son necesarias para la eliminación de las mismas (mediante un complejo proceso que consiste en la producción de una hormona llamada leptina) y la creación de células de importancia vital para el organismo. Y claro, esa es sólo la punta del iceberg, pues las dietas milagro también son capaces de ocasionar muchos más problemas colaterales que son difíciles de llegar a imaginar.
El consumo de azúcar: El principal villano en la película protagonizada por un mundo obeso e insalubre
El consumo de grasas también está sumamente relacionado con los alarmantes problemas de obesidad que se registran actualmente a nivel mundial, no obstante, hay que hacer una pequeña pero importante aclaración en que existen dos tipos de grasas: las buenas y las malas. Y ¡sorpresa, sorpresa!, la presencia de grasas malas es la que predomina la dieta de los habitantes de países con mayor índice de obesidad como lo son México y Estados Unidos.
Las grasas malas, es decir las grasas vegetales hidrogenadas de los aceites comúnes además del alto valor calórico que representa su ingesta, tampoco son recomendables debido a que se les ha relacionado con la aparición de enfermedades coronarias debido a que estas suelen acumularse en las paredes arteriales, causando la obstrucción del flujo sanguíneo y evitando que la sangre pueda llegar de forma efectiva al corazón.
Pero el principal problema no es la ingesta de este tipo de grasas, sino de otro agente que se incluye entre los alimentos más populares como los refrescos, panes, galletas o pasteles y al que conocemos como el azúcar. Para conocer la manera en la que el azúcar actúa negativamente en el organismo, debemos entender la importancia de los carbohidratos y cual es la función que estos desempeñan.
Los carbohidratos forman parte indispensable en la dieta de cualquier persona debido a que el cuerpo los utiliza como principal fuente de energía a la hora de realizar cualquier tipo de actividad. Aquí lo importante es saber que al igual que las grasas, los carbohidratos se dividen en carbohidratos simples y complejos. Estos últimos son los más benéficos para el cuerpo ya que aportan energía de forma prolongada y lenta para rendir adecuadamente en las tareas a lo largo del día. Los carbohidratos simples proporcionan energía rápida que muchas veces ni siquiera es utilizada, dando paso a la acumulación de grasas.
Como es de esperarse, este tipo de hidratos es el más común en las dietas occidentales y entre ellos se encuentra el azúcar que da paso a la formación de glucosa que al no ser aprovechada de forma inmediata, se transforma en grasa.
Y es precisamente eso en lo que se basa esta dieta: eliminar por completo el consumo de azúcar en busca de quemar grasas efectivamente y lograr una mejor salud sin hacer sacrificios considerables como pasar hambre constantemente o dejar de nutrir al cuerpo.
Elimina el consumo de azúcar en 8 semanas y pierde grasas
Para poder hacer este cambio muy importante, primero hay que analizar la situación y abrirse a la honestidad sin incertidumbre. El azúcar no es el problema, si no nosotros mismos que abusamos de su consumo y que a pesar de que sabemos los daños que esto nos ocasiona, simplemente no podemos dejar de consumirla, poniendo de por medio, incluso pretextos absurdos como el sofocante calor para tomarse una botella de refresco, o cuando hay frío, aprovechar para tomarse una buena taza de chocolate y café caliente con tantas cucharadas de azúcar que hasta miedo da de pensar en ello.
Tal y como ya indicaba al principio de este apartado, Thomson propone dejar de vivir en un mundo de engaños y reconocer el problema que puede llegar a catalogarse como una verdadera adicción.
Preocuparse no es lo mismo que ocuparse y por tanto, decir “lo voy a hacer” no es lo mismo que empezar a hacerlo. Ya vimos que el primer paso es aceptar que tenemos un problema, y a continuación viene otro paso importante: establecerse una meta realista y con fechas concretas para empezar a la brevedad posible.
Regresando a la primera parte de esta “aventura”, ¿cómo uno puede llegar a saber si es un adicto al consumo de azúcar? Para ello, Thomson nos ha propuesto hacernos estas cinco preguntas ¿dejas de comer cuando estás saciado o a pesar de ello te forzas a hacer un espacio para el postre?, ¿sigues con sensación de hambre aún a pesar de tener el estómago lleno? ¿con frecuencia abres un paquete de galletas con la mentalidad de comer sólo un par, pero al final te acabas comiendo todas?, ¿comes alimentos con mucha azúcar para celebrar?, ¿comes alimentos con mucha azúcar para olvidar un mal día?, ¿intentas buscar hasta el mínimo pretexto para hacerte creer que necesitas ese pequeño bocadillo?, ¿alguna vez has sentido mareos o confusión después de un atracón?
Responder positivamente a la mayoría de estas preguntas ya puede considerarse como una señal de alarma, por lo que entonces ya es momento de hacer cambios oportunos.
La calidad sobre la cantidad
Tal y como venía adelantando en líneas anteriores, podemos llegar a concluir que para esta dieta no se toma muy en cuenta la cantidad de alimentos a consumir, sino más bien, la calidad de los mismos. Pero claro, esto no significa que el límite calórico recomendado sea excedido sin preocupación, sino que obsesionarse con las calorías no es la mejor estrategia a utilizar.
Esta premisa está basada en las afirmaciones del doctor Gary Taubes quien menciona que las personas con mejor calidad de vida del siglo XIX eran principalmente carnívoras, una forma de alimentación totalmente diferente a la predominante actual que se basa en el consumo de vegetales. Por otra parte, afirma también que el principal causante de la obesidad infantil se debe a la ingesta excesiva de los refrescos, zumos, batidos y todo tipo de bebidas que tienen una alta concentración de azúcar, aportando únicamente calorías vacías.
Fases de la dieta de ocho semanas
La fase de pérdida de peso
Irónicamente, a pesar de las grandes diferencias entre los conceptos perder peso y quemar grasas, la primera fase de esta dieta es conocida como la “fase de pérdida de peso” en la que se sugiere altamente limitar el consumo de carbohidratos hasta los 50 gramos por día, dando mayor prioridad a las grasas sanas y las proteínas.
Al cabo de la tercera semana, cuando ya se empiezan a notar los kilos perdidos, la ingesta de carbohidratos debe aumentar (entre 100 y 120 gramos al día) lo suficiente como para poder suministrar de la energía que el cuerpo necesita para sus actividades diarias, aunque en este caso, es importante tener un mayor enfoque en los carbohidratos compuestos para evitar la formación de glucosa y por tanto, de insulina. Esta vendría a ser la segunda fase conocida como la “fase de salud” en la que ya se recomienda empezar a realizar ejercicio de forma más frecuente, ya sea practicando cardio o levantamiento de peso por lo menos tres veces a la semana.
La fase radical
En esta fase hay que prestar aún más atención a la distribución de los macronutrientes, de manera que las calorías consumidas tengan un mayor valor nutrimental de cara al objetivo que se está buscando. En este caso, la eliminación del tejido adiposo.
En cada plano de las tres principales comidas del día, debe haber un 25% de las porciones totales, pertenecientes a las proteínas de origen animal como la res, aves, pescado. Otro 25% debe corresponder a las grasas, por lo que se recomienda consumir la piel de ciertos animales como los pescados, así como implementar otras provenientes de vegetales como el Aceite de Oliva, frutos secos, aguacates, etc. El 50% restante debe estar conformado por frutas y verduras a libre demanda, dando mayor preferencia a las de temporada y optando por aportar una variedad amplia para mejorar el consumo de vitaminas y minerales.
No existe problema alguno con los antojos, sin embargo, para ello se recomienda controlar las calorías con mayor sensatez y no hacer más de dos meriendas diarias. La clave para evitar la acumulación de grasas es prescindir de alimentos con grandes cantidades de almidón y fécula como la pasta, el arroz, los panes hechos con harinas refinadas y las patatas.
El consumo de alimentos específicos
A pesar de lo que muchos creen, el consumo de huevos no está relacionado con el aumento de los niveles de colesterol en la sangre. Su ingesta es importante, especialmente en las primeras semanas de la dieta, debido a la baja presencia de carbohidratos en el organismo. Es viable comer hasta tres piezas al día, procurando no utilizar grandes cantidades de aceite al momento de cocinarlos.
Por otra parte, y tal como ya se ha mencionado anteriormente, los refrescos embotellados son tachados en su totalidad. En sustitución se puede hacer uso del té verde o té negro, así como el café, aunque obviamente, endulzando con otros compuestos como el estevia, el xilitol (que se recomienda principalmente en personas que padecen de diabetes) o la miel. Es importante descartar la aplicación de edulcorantes artificiales como el Canderel o el Splenda que causan los mismos efectos que el azúcar a pesar de no ser azúcar. Además tienen un alto impacto negativo en la tasa metabólica.
De manera que pueda ser posible abastecer al cuerpo de energía necesaria a lo largo del día, el consumo de azúcar va a ser sustituido por las frutas, dando mayor prioridad a las frutas del bosque (como arándanos, fresas, pasas, etc.) con una ingesta aproximada de 80 gramos al día. Los arándanos son excelentes para este régimen alimenticio ya que contienen grandes cantidades de antioxidantes que ayudan a eliminar las malas sustancias en el organismo, lo que contribuye directamente a tener un mejor desempeño a la hora de quemar grasas, así como mejorar notablemente el estado de salud del sistema inmunológico.
Ejemplo de dieta de 5 días
Un ejemplo de este tipo de dieta para comenzar en la cruzada para disminuir o ya directamente eliminar el azúcar, es el siguiente.
Día 1
- Desayuno: tazón grande de frutas del bosque con tres cucharadas de leche entera o yogur griego (sin azúcar), con un poco de coco rallado y un puñado de frutos secos.
- Comida: ensalada de espinaca con queso griego, pepino, pimiento, aceite de oliva y vinagre. Parece demasiado ligero, pero puedes cocinar el queso en parrilla o frito. Las grasas no son el enemigo.
- Cena: pisto de calabacín con champiñones, tomates, gambas y alcaparras. Para darle sabor puedes añadir cebolla, ajo, mostaza
Día 2
- Desayuno: tipo inglés, con sus huevos, bacon, salchicha… (sin tostadas, recuerda)
- Comida: salmón ahumado con crema de queso y rebanadas de pepino
- Cena: pollo al cilantro con crema agria.
Día 3
- Desayuno: sustitutivo de bollería, como por ejemplo, tortitas de proteínas (sustituyendo la harina por batido de proteínas de los que toman los culturistas), con fruta (fresas…) y como siempre sin agobiarte por la grasa.
- Comida: pollo indio estilo tikka con yogur de leche entera y pepino enrollado en hojas de lechuga iceberg.
- Cena: queso camembert con huevo batido, coco deshidratado, espinacas, tomates cherry, pepino, frutas del bosque a tu gusto y vinagre balsámico.
Día 4
- Desayuno: surtido de huevo, salmón y aguacate.
- Comida: ensalada griega con queso feta.
- Cena: cerdo ‘Stroganoff’.
Día 5
- Desayuno: muesli sin cereal, con yogur y frutos rojos.
- Comida: ensalada de atún con judías (legumbre) y anchoas.
- Cena: bistec con crema de champiñones y judías verdes cocinadas con mantequilla.
En conclusión
Recuerda que esta dieta no está basada en la premisa de dejar de comer para perder peso, sino en más bien cambiar a un estilo de vida más saludable, eliminado el consumo de azúcar para de esta forma empezar a reducir la grasa corporal de forma segura.
Los carbohidratos en sí no son malos siempre y cuando los consumidos sean de calidad y a conciencia. Por ello es muy importante optar por los carbohidratos complejos que podemos encontrar en alimentos como las zanahorias, el betabel, maíz dulce, guisantes, legumbres o cereales enteros como el trigo, centeno, avena, etc.
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