La enfermedad renal crónica es un padecimiento que ataca directamente a los riñones, impidiendo que estos puedan desempeñar sus funciones de manera adecuada, como lo son el eliminar los residuos químicos de la sangre (que se adquieren a través del consumo de alimentos y medicamentos) y de desechar el exceso de agua en la misma a través de la orina. También llamada enfermedad de los riñones, se trata de un problema que no puede ser curado y que a la larga, de no ser tratada de la mejor forma, puede llevar al desarrollo de otras condiciones como las cardíacas, en los huesos, artritis y daños en los nervios.
Por lo general, esta enfermedad se presenta de forma más común en personas que padecen de la diabetes e hipertensión, así como otras deficiencias relacionadas con el sistema cardiovascular. Además de ello, existen otros factores que inducen al padecimiento, tales como la genética, la edad e incluso la etnia de las personas, pues se presenta principalmente en afro-americanos, hispanos y nativo-americanos.
Algunos también le llaman la enfermedad silenciosa, ya que una vez que se padece de ella, no se manifiesta a través de síntomas, hasta que ya es demasiado tarde, pues los riñones dejan de funcionar. Debido a ello, es importante realizarse chequeos cada determinado tiempo, especialmente si se cumple con una de las condiciones mencionadas más arriba. El médico deberá realizar una prueba de sangre u orina para conocer la condición actual del paciente.
La prueba de sangre o Tasa de Filtración Glomerular (GFR, por sus siglas en inglés) consiste en medir cuanta sangre pueden filtrar los riñones cada minuto. Un GFR de más de 60 indica un buen estado de salud de los riñones, mientras que una cifra menor a esta puede levantar sospechas acerca del padecimiento de la enfermedad renal crónica. Lamentablemente, el GFR no puede aumentarse, sin embargo, sí se puede prevenir su decrecimiento, a través de un cambio radical en el estilo de vida, dando prioridad a una dieta baja en sodio y fósforo, pero alta en proteínas.
Alimentos para tratar la enfermedad de los riñones
Es importante destacar nuevamente que la enfermedad de los riñones no puede ser curada, por lo que el propósito de la dieta como tratamiento es únicamente prevenir el decrecimiento de la Tasa de Filtración Glomerular, más no elevarla para recuperar el estado de salud óptimo de estos importantes órganos del cuerpo humano.
Una dieta especial para la enfermedad renal crónica debe contar con las siguientes características:
- Ser baja en sodio: Esto es así porque el consumo de sal puede propiciar a un aumento en la presión arterial, que es uno de los principales factores que dan paso al desarrollo del padecimiento en cuestión. Según el Programa Nacional de Educación sobre la Enfermedad de los Riñones (NKDEP), la ingesta de sodio debe limitarse hasta los 2.300 miligramos diarios.
- Tener un alto contenido en proteínas: Las proteínas protegen al riñón, previniendo un bajón en los niveles de GFR. No obstante, se debe prestar atención al tipo de proteínas y la cantidad adecuada para su consumo diario.
- Ser baja en grasas: Las grasas, especialmente las saturadas tienden a acumularse en la sangre, por lo que los riñones se ven forzados a trabajar a un mayor ritmo (lo que podría provocar un daño mayor) para eliminar los excesos. Por esa razón es importante seguir una dieta baja en grasas saturadas, dando prioridad a alimentos ricos en ácidos grasos esenciales como el Omega 3.
La alimentación adecuada para reducir los efectos de la enfermedad de los riñones.
Tal y como se indica anteriormente, es importante que los alimentos incluidos en el régimen alimenticio aporten un bajo valor de sodio. A continuación, se presentan algunos tips ideales para evitar las comidas ricas en sal:
- Adquirir alimentos frescos de preferencia, ya que muchos de los empaquetados que encontramos en el supermercado, suelen estar cargados de sal.
- En lugar de usar sal para condimentar, es preferible optar por el uso de otras especias y hierbas finas o aceites naturales bajos en grasas saturadas. Tampoco se recomienda el uso de sustitutos de sal, ya que estos aportan potasio.
- Al elegir un alimento es importante verificar que la ingesta diaria recomendada de sal no exceda el 20%, ya que esto indica un alto contenido del compuesto.
- Si se consumen alimentos enlatados, es importante enjuagarlos antes de cocinarse para retirar los residuos de los conservadores que obligarían a los riñones a hacer un esfuerzo extra para desechar las toxinas que en ellos se encuentran.
El consumo de proteínas también debe ser monitoreado con más precisión. Estabas deben ser de alta calidad, proviniendo principalmente de origen animal, como la pechuga de pollo, la res magra, los huevos, alimentos lácteos (procurando su bajo contenido de sodio) y algunos pescados, principalmente el salmón, atún, caballa, etc.
Otros alimentos de origen vegetal como las legumbres (frijoles), frutos secos (nueces, avellanas, almendras, etc.) y los granos y cereales (Avena, arroz integral, chía, etc.) también son una fuente excepcional de proteínas de alta calidad.
Por último, es aconsejable dar prioridad a alimentos ricos en ácidos grasos esenciales o libres de grasas saturadas, ya que estos reducen los niveles del colesterol malo en la sangre, evitando así un trabajo arduo hacia los riñones. Algunos consejos útiles para reducir el consumo de aceites malos, son: - Cocinar los alimentos a la plancha, la parrilla o en el horno. Definitivamente se deben evitar las frituras.
- En caso de usar aceite, de preferencia que sea de Oliva o en su defecto, utilizar aceite en espray para reducir notablemente la cantidad consumida.
- Antes de cocinar carnes es necesario quitar la mayor cantidad de grasa posible-
- Los alimentos con un bajo índice de grasas saturadas son las carnes magras como los pescados, aves de corral, etc. También las legumbres, las frutas y verduras y productos lácteos light.
Parece una observación obvia, pero aun así, no está demás mencionarla: Los refrescos embotellados, el consumo de café, alcohol, cigarro y otras sustancias nocivas para la salud, quedan estrictamente prohibidos.
El consumo de fósforo y potasio
El fósforo es un mineral que puede afectar directamente a los huesos y las arterias, por lo que tampoco es recomendable su consumo excesivo. Por supuesto, esto no significa que deba privarse su ingesta en su totalidad, sino más bien controlarla.
Algunos alimentos ricos en fósforo que deben ser evitados son los embutidos y la carne de algunas aves de corral como el pavo. Lo mismo aplica con la carne roja y el pescado, los cereales de salvado y avena, los productos lácteos, frijoles (judías, alubias, habichuelas), algunos frutos secos (nueces y avellanas), entre otros. Quizás esto pueda parecer contradictorio, pues al mismo tiempo también se recomienda su consumo por sus propiedades proteicas o ricas en ácidos grasos esenciales. Por eso es importante tener en cuenta que todo se trata de la moderación, y para evitar posibles confusiones lo mejor es visitar al médico especialista para obtener información más detallada al respecto y así estructurar una dieta mucho más precisa, en función de las necesidades de cada paciente.
Existen algunos alimentos que destacan por su bajo índice de fósforo: frutas y verduras frescas, arroz, cereales de maíz, panes, pastas, tortillas, etc.
El consumo de potasio también debe estar controlado, ya que una dosis baja puede ser peligroso para las articulaciones y los músculos, mientras que una dosis alta no es recomendable para los riñones.
Los alimentos ricos en potasio son las naranjas, plátanos, tomates, arroz integral, pastas, panes integrales, papas, productos lácteos, tortillas, frijoles, nueces, almendras, maní y avellanas. Por otra parte, los alimentos con bajo contenido de potasio son las manzanas, zanahorias, panes, arroz y pastas hechas con harina refinada, cereales pre-cocidos de trigo o sémola, etc.
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