Parece una idea bastante descabellada, pero lo cierto es que según diversos estudios realizados, 3 de cada 4 personas padecen de intolerancia a la lactosa, a nivel mundial. Estas cifras la colocan en uno de los padecimientos más comunes que, afortunadamente, pueden ser tratados sin mayores complicaciones, mediante métodos que no interfieren en ningún aspecto de la vida cotidiana.
Pero, ¿qué es la intolerancia a la lactosa?, ¿cuáles son sus síntomas y consecuencias?, ¿tiene cura?, ¿en qué consiste el tratamiento? Estas y otras cuestiones son las que más abundan cuando se suele hablar del tema. Por esa razón, hemos decidido responder a todas y cada una de ellas para que las personas que padecen de la intolerancia a la lactosa puedan sobrellevar su problema sin ningún tipo de apuro.
La intolerancia a la lactosa, ¿qué es?
Más que ser considerada como una enfermedad, se le suele referir como un trastorno que afecta directamente al sistema digestivo y que se produce cuando este no es capaz de procesar la lactosa de ciertos alimentos, debido a la insuficiencia de un compuesto llamado lactasa y que se produce en el intestino delgado.
Ante la deficiencia de lactasa, la lactosa pasa directamente al intestino delgado sin ser procesada correctamente, desarrollando una serie de síntomas molestos para el cuerpo en general.
La lactosa (disacárido) está compuesta por dos moléculas de azúcar: una de glucosa y otra de galactosa, que al no ser digeridas adecuadamente, son las principales responsables de ocasionar los síntomas.
Por lo general, este compuesto [lactosa] se encuentra en todos los productos lácteos provenientes de los mamíferos, incluyendo la leche materna. De la misma forma está disponible en quesos, yogures, helados y todo tipo de alimentos que contengan leche o alguno de sus derivados.
¿Cuáles son las causas de la intolerancia a la lactosa?
Aunque la mayoría de las personas nacemos con la capacidad para digerir la lactosa, a lo largo de los años, la incapacidad para hacerlo se puede desarrollar debido a diferentes factores que a continuación se muestran.
Intolerancia a la lactosa primaria
Esta es la forma más común por la que se desarrolla la intolerancia a la lactosa y está estrechamente relacionada con la capacidad para producir lactasa a medida que el cuerpo va envejeciendo. Esto quiere decir que a pesar de no haber ningún tipo de complicación para beber leche durante los primeros años de vida, muy posiblemente durante la adultez se muestren los primeros síntomas de la intolerancia.
Múltiples científicos creen que hay una predisposición genética al déficit en la producción de lactasa a lo largo de los años. Para apoyar esta teoría se realizaron diversos estudios a numerosas personas en los que se llegó a la conclusión que entre el 5 y 17% de la población europea sufre de este problema, mientras que un 44% de los americanos la padece y se encuentra disponible entre un 60 y 70% de la población total de africanos y asiáticos.
A pesar de estos resultados, aún no se tiene una idea clara acerca de cuál es el papel que los genes desempeñan en esta condición, aunque se sabe que algunos bebés que nacen de forma prematura tienen ya la predisposición a sufrir de intolerancia a la lactosa. Parece que en este caso, suele haber una distinción racial que marca que los niños africanos menores de dos años son más sensibles a la lactosa, en comparación a los niños menores de 5 años que tienen un menor riesgo del padecimiento.
Esos mismos estudios determinaron que esta afección es más frecuente en adultos de procedencia asiática, americana y africana, a diferencia de aquellas que provienen de continentes como el europeo, especialmente en la zona norte y occidental.
Intolerancia a la lactosa secundaria
Esta tipo de intolerancia a la lactosa se desarrolla a partir de una inflamación en los intestinos que afecta directamente a la producción de lactasa.
Las enfermedades ocasionadas por virus y bacterias como el e coli y la samonella tienen mucha relación en la inflamación intestinal, aunque también esta puede deberse por infecciones a partir de cirugías que no cicatrizan de forma correcta. Entre otras causas más frecuentes, destacan la enfermedad celíaca, la enfermedad de Crohn o incluso la falta de nutrientes por llevar una mala alimentación.
La anorexia, bulimia y diarrea crónica también son los principales causantes de la inflamación intestinal.
Intolerancia a la lactosa congénita
Este tipo de intolerancia es la más rara de entre las tres y se propicia por un defecto genético, aunque no se tiene mucha información al respecto, ya que el número de casos registrados a nivel mundial es escaso.
Se presenta desde el nacimiento y no tiene ningún tipo de cura, por lo que aquellas personas que la padecen deben llevar forzosamente una dieta 100% libre de lactosa para no dañar el tracto digestivo.
Síntomas de la intolerancia a la lactosa
Los síntomas que se manifiestan por este padecimiento son bastante comunes entre los tres tipos de intolerancia:
- Diarreas ácidas
- Gases y flatulencias
- Sensación de hinchazón y distensión abdominal
- Calambres abdominales
- Heces de textura pastosa y flotantes
- Enrojecimiento en la zona perianal
- Espasmos abdominales
Otros síntomas, aunque menos frecuentes, son:
- Mareos y vómitos constantes
- Necesidad continúa de ir al baño
- Dolor en la parte baja del estómago
- Estreñimiento
Los síntomas y sus gravedad varían con respecto a cuánta lactosa puede digerir el intestino y la cantidad total ingerida. Hay algunos casos registrados en los que pacientes mostraron molestias como dolor en las extremidades, fatiga, dolor general del cuerpo, dificultad para concentrarse, problemas de la piel, problemas para dormir e incluso crisis nerviosas.
Por otra parte, síntomas más frecuentes como la diarrea tienen su explicación en la lactosa que, al no ser digerida en el intestino delgado, se propicia a que el agua del cuerpo se dirija al tracto digestivo, que una vez alcanza el colon se fermenta, produciendo la sensación de hinchazón, dolor y gases.
Diagnóstico
El diagnóstico de la intolerancia a la lactosa se logra a través de diferentes pruebas como:
- La más común es la conocida prueba de la intolerancia a la lactosa que consiste en medir los niveles de azúcar en la sangre antes y después de ingerir algún alimento lácteo. Si la concentración de glucosa aumenta entre 20 y 30 mg/dl dentro de las dos horas siguientes, de haber consumido la lactosa, entonces no habrá de qué preocuparse.
- La siguiente es la prueba del aliento y se basa en la medición del hidrógeno expulsado a través del aire de la persona que haya ingerido algún producto lácteo. En caso de encontrar este gas, el resultado es positivo, debido a que únicamente se manifiesta cuando la lactosa es fermentada en el intestino.
- Por último y también el menos común, es la biopsia de la mucosa del intestino delgado, en la que a través de una gastroscopia se extrae una pequeña muestra de la mucosa para después ser analizada. Los niños y personas mayores que tienen un mayor riesgo a complicaciones en estas intervenciones pueden someterse a un análisis de las heces fecales para evaluar su acidez y en base a ello determinar si existe o no la intolerancia a la lactosa.
Los pacientes mismos pueden diagnosticarse al suspender el consumo de lactosa por varias semanas y después volver a consumirla para así evaluar su situación y ver si los síntomas coinciden. No obstante, siempre es mucho más recomendable acudir con el médico especialista para tener un veredicto certero.
Tratamiento
La intolerancia a la lactosa sí tiene tratamiento (a excepción de que esta se presente de forma congénita) y puede variar dependiendo de la persona que la padece y cómo reacciona ante su consumo.
- Cuando los síntomas no son tan graves, basta con reducir la cantidad de alimentos lácteos en la dieta.
- Ante síntomas más severos se aconseja suspender por completo el consumo de productos lácteos.
Para evitar medidas drásticas como la eliminación total de la leche y sus derivados en la dieta, se pueden seguir ciertos tratamientos naturales y evaluar cómo el cuerpo responde ante los mismos para evaluar su eficacia.
Uso de suplementos
Este tratamiento se basa en el consumo de suplementos con enzimas capaces de favorecer al proceso de digestión de la lactosa.
Algunos estudios han demostrado que las enzimas de lactosa tienen un efecto cuando se ingieren en dosis que no superan los 20 gramos. Aumentar esta cantidad por más del 250% (50 gramos) no muestra ningún efecto favorecedor. Claro, hay que tener en cuenta que estas cantidades pueden variar de personas a persona, así que toca darle espacio a la experimentación para ver cual es la que mejor se adapta a quien se somete al tratamiento.
Adaptación a la lactosa
Siguiendo la misma base de las vacunas, la intolerancia a la lactosa también puede tratarse al ingerirse, aunque en porciones íntimas para ir acostumbrando al cuerpo de manera pausible y sin ocasionar algún daño considerable.
Aunque no hay muchos estudios que respalden este hecho, se han encontrado algunos casos positivos. Sin embargo, antes de tomar esta decisión, lo mejor es visitar al médico para seguir un control y no poner la salud en riesgo.
Consumo de probióticos y prebióticos
Los probióticos y prebióticos también han demostrado su eficacia para el tratamiento de la intolerancia a la lactosa, aunque a decir verdad, no hay una ciencia exacta que respalde este método, pues aún se están haciendo estudios complejos para demostrar su efectividad.
Consumo de calcio
Por otra parte, el consumo de alimentos como las sardinas, salmón, espinaca y brócoli, son excelentes opciones para la dieta del intolerante a la lactosa, pero no porque funcionen para mejorar la condición de los pacientes en este aspecto, sino para suplementar la deficiencia de calcio que podría presentarse ante la falta del consumo de leche.
Para aprovechar la ingesta del Calcio, también es necesario mejorar las dosis de Vitamina D que tiene una alta influencia en en la absorción del mineral en cuestión.
¿Tienes alguna duda o comentario? Expertos lo responderán en las próximas 24 horas.